Entre las brumas del tiempo, como un sueño dorado que nunca se desvanece, vuelven a encontrarse aquellos corazones que, en algún instante, partieron lejos de su amado pueblo. Escacena del Campo, con sus calles engalanadas, se prepara para abrazarlos nuevamente, para recibirles con la calidez que solo el hogar puede ofrecer.

Es un encuentro sagrado, un reencuentro de almas que, como hilos invisibles, han tejido un lazo eterno con la tierra que les vio nacer. Sus pasos resuenan en el empedrado, como un eco ancestral que anuncia el retorno de aquellos hijos pródigos que regresan siguiendo el rastro de la Luna.

Las calles, envueltas en una sinfonía de colores, se visten con los más bellos mantos de bienvenida. Cada año, la espera de agosto es diferente, pero la esencia siempre permanece, el amor a la Virgen de Luna que se perpetúa en cada recodo y rincón.

Los corazones laten al unísono, vibrando en armonía con las tradiciones de agosto. Comidas familiares que nutren el alma tanto como el cuerpo, donde las risas y las historias compartidas se convierten en el manjar más exquisito. Los encuentros en la Bajada de la Virgen, momentos de recogimiento y fervor, donde las plegarias se elevan al cielo como suaves oraciones flotando en la brisa.

Y en el centro de todo, la patrona, Nuestra Señora de Luna, mirada de ternura que ha recorrido siglos, tocado generaciones, y cuyos ojos de amor vigilan con dulzura a sus hijos. Su presencia es el símbolo vivo de una fe que se ha transmitido con el paso de los años, el legado de una devoción que ha resistido el embate de los siglos.

Y así, la Revista de Nuestra Señora de Luna vuelve un año más, como un susurro esperado, para anunciar la llegada de agosto y su fiesta grande.

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