Se trata de una finca de más de 7000 Ha, que pertenecen a Escacena del Campo casi en su totalidad. Fue sometida a trabajos de limpieza y reforestación tras el desgraciado incendio que la asoló en su mayor parte en el verano de 2004.
Gran parte de la “Pata” fue repoblada hace años con pinos y eucaliptos, aunque también se conservaba del bosque autóctono las encinas y alcornoques, que están siendo recuperadas como especies fundamentales en las repoblaciones actuales.
Las zonas menos dañadas, aunque no indemnes por el fuego, han sido las más húmedas: los barrancos, donde se conservaban en estado casi virgen, sauces chopos, fresnos, helechos y multitud de especies adaptadas a la humedad.
Por desgracia, la fauna, sobre todo los grandes mamíferos (ciervos y jabalíes) que habitaban en esta zona ha desaparecido en gran parte, aunque todavía se pueden avistar algunos ejemplares en la sierra. En cuanto a la avifauna, sobrevuelan estos parajes, el águila calzada, la culebrera, el ratonero, la cigüeña negra…
Aún quedan años para recuperar totalmente este ecosistema, pero esperemos que adquiera nuevamente su valor ecológico y cultural para el disfrute de todos.
Ocupa la mitad norte del municipio. Se trata de una sierra de escasas alturas, cuya cota máxima no supera los 450 m de altitud. Desde el punto de vista geológico, predominan las pizarras y cuarcitas, que dan lugar a suelos cuyo aprovechamiento fundamental es el forestal. Aunque por su situación, en la comarca del Andévalo y su cercanía a las minas de Río Tinto y Aznalcóllar, la zona también tuvo en el pasado un aprovechamiento minero.
La zona de mayor altitud, el Alto del Cejo, constituye un importante mirador, a través del que se observan la Campiña onubense y el Aljarafe sevillano. Es bajo este cerro donde nace el río Corumbel, uno de los más importantes afluentes del Tinto.